(Por María Jesús Amundarain)
Durante muchos años hemos tenido la Biblia en la estantería pero sin leerla.
Gracias a Dios, hoy le estamos dando una acogida mejor, a la Biblia en general y, sobre todo, a la Buena Noticia de Jesús que la encontramos en los Evangelios.
¿Por qué ha estado la Biblia tanto tiempo escondida?
Entre otras muchas razones señalo una: se temía hacer una lectura errónea y darle una interpretación no acertada; lo cierto es que no resulta fácil comprender el significado de muchas palabras y pasajes de la Biblia y por miedo a entenderlas indebidamente se tomó esta medida: guardarla.
Pero, felizmente, dándose cuenta de ese error y conscientes de la riqueza que encierra la Palabra de Dios, el Concilio Vaticano II nos hizo despertar y nos animó a acercarnos a la Biblia asiduamente.
Hace ya 45 años que se promulgó la Constitución Dei Verbum y desde entonces se nos ha insistido, de muchas maneras, que nos dejemos iluminar por la Palabra y fundamentemos nuestra vida en ella.
Ha pasado un año desde que se celebró el Sínodo de los obispos en Roma sobre la Palabra de Dios y estamos esperando que salga el documento que recoja la reflexión que hicieron.
En las diócesis vascas contamos con la Carta Pastoral de nuestros obispos sobre el mismo tema: acoger y transmitir la Palabra de Dios, documento de gran riqueza que nos invita igualmente a leer y a proclamar la Palabra de Dios.
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Preguntaréis, ¿por qué ahora esta vuelta a la Biblia?
En nuestra vida cristiana hemos tenido muchas, demasiadas obligaciones y prohibiciones, si queríamos lograr el 'billete' de entrada para el cielo; sin embargo, no descubrimos ni celebramos el privilegio y el gozo de ser seguidores de Jesús.
A menudo se ha visto la vida cristiana como una carga pesada y no como camino y medio para la alegría y la felicidad.
Hasta la misma imagen de Dios la hemos recibido bastante tergiversada; le hemos considerado a Dios como alguien lejano y de arriba, en vez de descubrirle como Padre bueno y compasivo.
No voy a buscar culpables; ya que, además, en algún momento nos ha servido, pero no tiene consistencia para la sociedad de hoy; yo creo que nos hace falta algo más sólido y firme.
¿Dónde podemos encontrar ese firme fundamento?
Sin lugar a duda, en el Evangelio de Jesús.
Toda la Biblia es Palabra de Dios pero en los cuatro Evangelios descubrimos claramente quién es Jesús y cómo ha de ser su discípulo.
Él nos manifiesta el auténtico rostro de Dios que es Padre y que podemos acercarnos a Él con confianza y no con miedo, puesto que somos sus hijos e hijas.
Quien se descubre envuelto en ese amor de Dios Padre, contagiará a los demás y vivirá la fraternidad.
¿No es ése, acaso, el deseo y el empeño de Dios? ¿No es su proyecto formar una gran familia de hijos-hijas donde todos nos tratemos como buenos hermanos? Y eso, aquí y ahora, sin estar esperando la vida venidera.
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