De biblias primerizas y demás incunables.

Una historia desde la ‘cuna’…

Es evidente que atrás quedaron los rollos de papel escritos con aquella letra majestuosa, casi ilegible, de antaño y atrás quedaron, también, las labores de redacción y copiado hechas con el mayor de los mimos, de manera usual, por personas dedicadas a la vida consagrada. Y es que llegó mediados del siglo XV y un invento que revolucionaría el mundo de la literatura y la comunicación: la imprenta.

( Por Pedro Escribano, en granadadigital.com )

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Se puede decir que Johannes Gutenberg fue el padre de tal prodigioso artefacto que ahorró numerosas horas de trabajo y, dicho sea de paso, de pérdida de visión, a aquellos monjes metódicos encargados de la labor de copistería.

No pocos disgustos trajeron en un primer momento esa llamada ‘imprenta’ a Gutenberg, quien se apostó que sería capaz de realizar una copia de la Biblia en la mitad de tiempo que el más rápido de los monjes copistas. Sin embargo, lo costoso y lento de poner en marcha el aparato no fue tenido en cuenta por el inventor quien, pasados los años, terminó arruinado.

No obstante, no todo fue negativo en ese periodo de tiempo. Más bien, lo contrario. Debido a su insistencia en que podría llevar a cabo la tarea establecida perfeccionó de manera espectacular el sistema utilizado. Así pues, en esos años fue cuando vio la luz la técnica de los ‘tipos móviles’, a base de la confección de moldes en madera para cada una de las letras del alfabeto y su posterior relleno con hierro. Esto permitía ganar en velocidad y comodidad a la hora de hacer el trabajo, aunque, también es cierto, encareció de manera exagerada el reto.

Esos ‘tipos móviles’ son los que dieron lugar a un término muy utilizado en el mundo de las letras pero que, en ocasiones, no es comprendido por todos. Se trata de los llamados ‘libros incunables’.

¿A qué nos referidos cuando señalamos que un libro es considerado incunable? Se tratan de todos aquellos libros que fueron realizados en imprenta desde que aparecieron los tipos señalados, en 1453, y hasta el 1500, inclusive. Es decir, tal como señala la Biblioteca Nacional de España, los impresos antes del 1 de enero de 1501. El término, (del latín incunabŭla, ‘pañales’), hace referencia a la época en que los libros se hallaban en la ‘cuna’, es decir a los orígenes de la imprenta moderna, y le fue establecido con posterioridad, casi a finales del siglo XVII (en 1688).

En esos escasos 47 años se calcula que se pudieron realizar unas 35.000 obras distintas en más de 250 ciudades de todo el mundo.
Es fácil comprender la importancia y el valor de tales documentos, cuya antigüedad, difícil conservación y lo novedoso, en la época, de la técnica utilizada los convierte en auténticas obras maestras como el ‘Misal de Constanza’, considerado el primer incunable, realizado por el propio Gutenberg entre 1449 y 1450 y la antes mencionada ‘Biblia de Gutenberg’ (objeto de apuesta), también conocida como la ‘Biblia de 42 líneas’ o ‘Biblia de Mazarino’, cuyas primeras copias estaban disponibles entre 1454 y 1455.

En nuestro país, el incunable más antiguo del que se tiene conocimiento data de 1472 y contiene las actas de una reunión celebrada en Segovia. A él se le unen otros como la ‘Biblia’ impresa en Valencia en 1478 o ‘Tirant lo Blanc’ de Martorell, en esa misma ciudad en 1490, único salvado de la quema de libros de caballería por parte de Don Quijote.

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No obstante, a pesar de estos títulos tan consagrados, España no es el país donde proliferen en mayor medida la tenencia de este tipo de libros. En concreto, la Biblioteca Nacional en Madrid cuenta con unos 3.100 (según fuentes de la propia Biblioteca) a los que añadir los 1.300 de la Biblioteca Colombina de Sevilla.

Es este aspecto países como Alemania, Reino Unido o Rusia superan con amplitud este número. En cabeza, la Biblioteca Estatal de Baviera, en Múnich, con 18.550 ejemplares incunables, la unión entre la Biblioteca Nacional de Rusia y la Estatal que en total suman 12.300 y la Británica con 12.200.

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Estos libros, inicio y de la imprenta moderna y posterior revolución tecnológica, se encuentran catalogados a nivel mundial y participan de una serie de curiosidades y peculiaridades bastante curiosas. Están decorados a mano en todas las letras capitales y todos los puntos y comas. La fecha se pone siempre al final y abundan las abreviaturas, para no tener que escribir palabras completas y poder ahorrar papel y espacio.

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