La Biblia desde el siglo XXI

De biblias, clientes y libreros.

17.03.2012 00:00

Hace pocos días descubrí un sencillo y buen sistema de promoción bíblica al alcance de cualquier bibliáfilo.

Todo empezó cuando una compañera de trabajo me pidió prestado un ejemplar del Nuevo testamento. Le dejé tres versiones para que pudiese contrastar las traducciones.

A raíz del préstamo comentamos lo raro que se me hacia que una cristiana no tuviese algún ejemplar de la Biblia en casa. Como ella es católica, le referí las últimas declaraciones del cardenal Ravasi a propósito de los cristianos y la Biblia; y le prometí regalarle un ejemplar, cosa que aceptó de buen grado; pero que "por fortuna" aún no lo he hecho.

¿Por fortuna? Sí, por fortuna, pues de habérsela regalado ya, no habría pasado por la experiencia que me permitió descubrir cómo promocionar la Biblia de forma muy accesible para cualquier cristiano o bibliáfilo en general.

El descubrimiento vino como consecuencia de varios intentos frustrados de encontrar una biblia. Lo que en principio interpreté como fracaso, acabé reenfocándolo como oportunidad.

Mi primer intento de comprar una biblia lo hice en una librería católica especializada en temas religiosos. Pero tuve la "mala suerte" (según mi primer enfoque) de que llegué un poco después del cierre de mediodía. No muy lejos sabía de otra librería, también enfocada a temas religiosos, pero de tendencia protestante. Dado que mi compañera es de tradición católica, me parecía más adecuado regalarle una versión católica (a poder ser Nacar-Colunga, mi 2ª favorita). Imaginé que en la librería protestante seguramente también tendrían biblias católicas, así que probé suerte. Pero nó; sólo había traducciones de transfondo protestante. Desistí y decidí aplazar la compra para el siguiente sábado.

Pero hete aquí, que no lejos de la librería protestante veo otra librería generalista, y me dije "¡Vaya! Por qué no probar: quizás tengan biblias!".

A la vista no había ninguna, y cuando pregunté al librero, éste, extrañado, y tras varias miradas a los estantes, me dijo que nó; que no tenían biblias. Un compañero, bastante mayor, desde la trastienda, salió animado diciendo que "algo" había. Buscó en un cajón y sacó un ejemplar de un Nuevo Testamento, del que comentó que lo tenía hacía tiempo. Como yo buscaba una biblia completa, les di las gracias por la amabilidad, y salí meditando.

Ése fue el momento del "reenfoque". Caí en la cuenta de que difícilmente se venderán ejemplares de la Biblia si la Biblia es un libro "raro" de encontrar en librerías. Claro, esto con la salvedad  de los que "ya son amantes de la Biblia" y la buscan donde saben que la encontrarán; como yo hice en mis primeros intentos. Habréis de reconocer que una gran parte de los artículos que se adquieren se compran porque "nos los meten por los ojos"; porque los comerciantes los exponen atractivamente en los estantes y escaparates. Lo mismo pasa con los libros. En el fondo los podríamos clasificar en tres categorías:

  1. Libros expuestos para atraer la atención del público.
  2. Libros disponibles, pero fuera de la vista.
  3. Libros de los que no hay existencias en la librería.

¿En qué grupo clasificaríais a la Biblia?

Salvo en las librerías especializadas, lo habitual es que la Biblia pertenecezca al tercer grupo: libro fuera de existencia. Quizás encuentras alguna que otra librería que tenga algún ejemplar, pero en el segundo grupo: libro disponible en almacén, pero fuera de exposición pública.

¿Porqué no se animan los libreros a tener más biblias en existencias y a exponerlas atractivamente?

Este es el problema de la pescadilla que se muerde la cola. Un bucle que se retroalimenta negativamente: el librero no tiene interés en tener biblias, porque considera que no tienen buena salida comercial; y el cliente no se interesa por las biblias porque "no existen" en las librerías generalistas. Incluso los que amamos la Biblia, cuando buscamos una, ni se nos ocurre ir a una librería generalista (yo el primero).

Así, pues, no es de extrañar que la gente vea a la Biblia como otro "instrumento más" de culto religioso, lejos de su experiencia diaria y sólo acesible en sitios especializados.

¿Cabría la posibilidad de romper este bucle autoalimentado?

Sí. Los libreros podrían tener biblias entre sus existencias. Y no solo una, sino varias versiones: católicas, protestantes, ortodoxas, judías, "laicas" (que ya están en ello), de estudio, de lujo,... Y además exponerlas como artículos atractivos y deseables de adquirir. Esto ayudaría mucho a romper el bucle. Más de un cliente se animaría a comprar una si la ve expuesta como  un bestseller (que lo es en realidad). Pero siendo realista, no creo que los libreros se decidan a romper ellos el bucle de la pescadilla, salvo que vean perspectivas de ganancia económica.

Hay otra posibilidad de romper el bucle. Y es que los clientes comiencen a pedir biblias en las librerías que nos las tienen. Una sola petición, quizás no haga mucho, pero repetidas solicitudes pueden dejar huella en la mente de los libreros y hacerles plantear la posibilidad de meter biblias en sus estantes y expositores cuando toque hacer pedidos.

Yo, para empezar, he decidido solicitar la biblia para mi compañera en todas las librerías que a priori suponga que no tienen biblias. Mientras más respuestas negativas me den, más librerías se plantearán el "fracaso" de no haber realizado una venta por no tener biblias entre sus existencias. Ya he probado con varias. Y también en grandes superficies. En Carrafour no encontré biblias por ningún sitio, y tras esperar un buen rato, al no llegó la encargada de la sección, me dí por vencido y salí sin preguntar. Pero en Alcampo, que tampoco las tenían expuestas, pude preguntar a la dependienta. Esta, extrañada por la pregunta, y tras consulta telefónica, me confirmó que no las vendían.

Así, pues, la idea consiste en "animar" a los comerciantes a que consideren la Biblia como un libro "rentable económicamente". Y esto lo harán si ven que hay gente interesada en ella. Y... cuando en las librerías generalistas haya diversidad de biblias expuestas de forma atractiva, es muy posible que más de uno se sienta atraído, compre, lea, y acabe siendo otro fibliáfilo más.

Lo siento por los libreros especializados en temas religiosos, pero sólo les compraré ejemplares de la Biblia cuando haya recorrido todas las librerías generalistas a mi alcance sin encontrar en ellas la versión que me interese. Y claro está, mientras más negativas me den, más promoción de la Biblia estaré haciendo.

¡Ah! Que no se preocupen los libreros especializados en temas religiosos, pues hay infinidad de otros libros para los que no tienen competencia. Y si a través de esta estrategia de promoción de la Biblia que propongo surgen nuevos bibliáfilos, éstos acabarán a la larga siendo clientes suyos.

 

 

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