Víctima de símbolos identitarios

Terminaba hace pocos meses un post sobre los símbolos identitarios animando aplicar con una visión menos restrictiva de lo habitual los versículos Éxodo 20:4-5, donde respecto a ellos  (sean imágenes u otro tipo de semejanzas) se prescribe que ni se realicen ni se les reverencien: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás;..."

En aquella ocasión el tema vino a colación de los asesinatos y de la destrucción de símbolos religiosos que los seguidores del ISIS realizaban durante las ocupaciones de territorios en Irak. Vimos que además de brutos demostraban inteligencia; porque está claro que son conscientes de la importancia de los símbolos identitarios para generar y mantener cohesión y fortaleza social. Precisamente por eso los destruyen, para desmoronar el hormigón psicológico que aglutina a los individuos hasta convertirlos en masas humanas fáciles de dirigir y controlar. 

La psicología de las masas humanas es como la física de aglomerados. Tú mismo puedes probar: ¿Qué te resulta más fácil, dar en el blanco con un puñado de arena o con una bola de granito? En el primer caso, cada partícula de arena va "a su aire" y pocas llegarán a destino. En el segundo caso todas las partículas de cuarzo, feldespato y mica, bien apiñadas se desplazarán unidas y aciertan fácilmente en el blanco, si es que el lanzador tiene buena puntería. Claro, en el caso de los seguidores del ISIS, su interés radica en la destrucción de los símbolos contrarios a su ideología para sustituirlos por aquellos qué sí la representan. Si ellos pretenden conducir a las masas sociales de las tierras que ocupan, lógico que se ocupen de instaurar las herramientas que facilita dicha labor y eliminar las que la dificultan. 

Pues bien, en esta ocasión traigo de nuevo el tema a propósito de las hinchadas futbolísticas y de la reciente muerte de un aficionado del Deportivo coruñés a manos de hordas colchoneras. 

Ya mencionaba en el post referido que la utilización de los símbolos identitarios no es privativa de los grupos religiosos; también en otros ámbitos, y sobre todo en la política y en el deporte, se les utiliza como eficaces herramientas de cohesión y fidelización. 

Eso en el fondo esto no es malo. Pero tampoco podemos decir que sea bueno, porque depende de la intencionalidad que dirige al grupo, porque está claro que las agrupaciones pueden tener buenas o malas intenciones. No es lo mismo una ONG creada con la intención de ayudar a países subdesarrollados que no un grupo paramilitar que pretende hegemonizar una raza, una casta o una secta (como el ISIS) mediante la coerción y el exterminio. 

Con el deporte tres cuartos de lo mismo: bien está que se utilicen símbolos identitarios para apiñar, crear sentido de camaradería y gusto por el ejercicio físico; pero en absoluto es deseable que se utilicen con el fin de generar espíritu de gueto voluntario y de aversión hacia el resto de equipos contrarios.

El caso Francisco Javier Romero es un buen ejemplo de hasta qué punto “todos somos capaces” de participar en barbaridades colectivas “si nos dejamos aborregar” por la utilización de simbología identitaria y cesamos de regir nuestro comportamiento por la reflexión personal y el discernimiento de lo correcto en cualquier ámbito de nuestra vida o de nuestra sociedad. Esto último es lo que Jesús pretendía aclarar cuando dijo a la Samaritana que adoraban lo que no sabían y que los verdaderos adoradores adorarían en espíritu y en verdad, con consciencia y responsabilidad de lo que se hace (Juan 4:21-23). Y es que en el terreno religioso resulta muy fácil ser masa irreflexiva guiada sólo por el sentimentalismo alimentado con símbolos identitarios. Buen ejemplo de esto es lo que lo cuenta Lucas en Hechos 19:23-32.

¿No te "suena" hoy día también este afán de negocio oculto tras grandilocuentes palabras que apelan a sentimientos enfervorizados mediante la manipulación de símbolos identitarios? Quizás la gran diferencia es que hace siglos este tipo de manipulación prácticamente se circunscribía al terreno religioso, puesto que no había más opciones: ni participación política, ni grandes eventos deportivos, ni fabulosos medios de comunicación (sólo púlpitos),...

A propósito de la desgraciada muerte de Francisco Javier Romero, Cristina G. Lucio escribe un acercamiento a la psicología de la violencia grupal. Entre otras cuestiones se pregunta cómo es posible que la defensa de unos símbolos (los colores del equipo) justifique la utilización de la fuerza física. Tras aclarar que el fenómeno se da también en otros contextos, nos refiere las opiniones de 3 psicólogos y un sociólogo: Bárbara Scandroglio, Ángel Gómez, Patricia Ramírez y Miguel Cancio.

Puedes leer el artículo en este enlace: Las raíces de la violencia grupal.

Llegados a este punto sólo queda finalizar el post de forma similar al antes mencionado: No pienses que Exodo 20:4-5 sólo se aplica al contexto religioso. Hoy día las actitudes que antes sólo se deban bajo la cobertura de la religión se dan también en otros ámbitos que en el fondo son sucedáneos de ella. Así, pues, aplícalo para cualquier símbolo que haga de ti un afiliado, un hincha, un incondicional, un adepto o cualquier otro tipo de gregario que sustituya la honra y devoción debidas a tu Dios  por el fervor y la pasión a un partido político, un sindicato, un club deportivo, una organización o... incluso a un grupo religioso que anteponga la palabra de los hombres a la Palabra de Dios. 

En el fondo, los símbolos identitarios no son más que otra herramienta disponible para el arrastre de masas; otra de las "estratagemas de hombres" de las que comentaba Pablo en Efesios 4:14.