La Biblia desde el siglo XXI

El ''racionómetro'' de las creencias (Metaxas 8)

20.05.2015 00:00
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No me extrañaría que algunos lectores del anterior post sobre este tema del "Pincipio Antrópico"  lo terminaran de leer con cierta desazón.  Se habrán preguntado: « ¿A qué tanto rollo y fórmulas si al final se concluye que “cualquier cálculo de probabilidades nunca nada sólido aportará para clarificar realmente el origen del universo”? ».

Bueno, en este post veremos que sí merecen la pena estas cuestiones sobre probabilidades aunque no sirvan para establecer una demostración palmaria de la existencia de Dios ni una refutación definitiva de la hipótesis de un universo generado por el azar. El pretender cualquiera de estas dos opciones sería  ir más allá de lo que razonablemente pueden aportar los cálculos de probabilidades. 

No debemos olvidar que como cristianos debemos practicar la honestidad en todos los ámbitos de la vida. Y la “honestidad intelectual” no deber ser menos. Así, pues, esforcémonos porque ésta presida nuestros hábitos de razonamiento. De lo contrario engañaremos tanto a los demás como a nosotros mismos. Ya lo dije al final del anterior post: "debemos ser realistas a la vez que huimos del fanatismo dogmático basado en falacias". Ésta actitud debiera ser distintivo diferenciador del creyente respecto a los “ateos militantes”. (Con la expresión “ateos militantes” me refiero a los que pretenden convencer a los demás justamente sobre la base de que no hay argumentos posibles para mantener sus posturas ateas. Con la muletilla de que “el que afirma es el que debe demostrar” pretenden solventar la cuestión de los orígenes del universo escamoteando la realidad de que ellos “también  afirman” su convicción de que el universo se generó por azar sin ninguna pretensión de demostrar dicha afirmación. Sobre esto ya escribí un post hace tiempo. Puedes leerlo aquí).

El uso de los cálculos probabilísticos

Pero volvamos al tema, a la utilidad de la estadística en el debate sobre el origen del universo. O sobre la existencia de Dios, puesto que en el fondo es el mismo debate, aunque con diferentes titulares.

Ciertamente, el cálculo de probabilidades es una estupenda herramienta, y aunque en sus orígenes sólo se utilizaban en los juegos de azar, con el correr del tiempo y su desarrollo teórico su utilización se ha extendido ampliamente. Pero claro, siempre en procesos de evolución aleatoria o para la simplificación de análisis a grandes colectivos, sean productos, átomos, personas o datos en general. Así, pues, verás utilizar esta herramienta en economía, finanzas, demografía, medicina, calidad industrial, etc. Todos campos que o bien analizan y gestionan grandes colectivos mediante simplificaciones por muestreos o que analizan procesos aleatorios.

En disciplinas más “amigas” de lo previsible, como la física, también se utiliza. Es el caso de la física atómica, donde el trabajar con sistemas de partículas tan grandes imposibilita los cálculos individualizados, a pesar de los grandes ordenadores que se usan. No deja de ser una simplificación para evitar complejos cálculos y que implica un cierto nivel de incertidumbre, como en todo estudio estadístico (¿Os acordáis del famoso “Bosón de Higgs”?). En cambio, no la verás utilizar para calcular la resistencia de una viga o la carga máxima de una barca para que no hunda, o allí donde se busquen resultados concretos y certezas fundadas en ensayos corroborados por la experimentación.

Pero bueno, incluso en esa última línea también es posible la utilización de la estadística como parte del método científico. Cuando se busca certeza sobre los fenómenos que subyacen bajo el mundo físico se parten de hipótesis que sólo la experimentación podrá confirmar. Pues bien, a la hora de elegir cual hipótesis es la más razonable para dedicarle tiempo, esfuerzo y dinero en la búsqueda de confirmación experimental, los estudios estadísticos pueden ser una inmejorable guía. Pero no más que una guía, una ayuda a la decisión. Nunca el sólo estudio de probabilidades de las hipótesis podrá aportar la certeza que sólo la confirmación experimental puede dar.

"A falta de pan, buenas son tortas"

Ahora bien ¿qué haría un científico ante la imposibilidad de comprobación experimental de sus hipótesis? Respuesta: atenerse a lo más probable. Cuando la falta de recursos, de tiempo o de tecnología imposibilita la confirmación experimental lo razonable es contar que lo más probable es lo más verosímil.

Pues bien, esa misma actitud es la razonable en este caso que nos ocupa:

Tenemos un hecho indiscutible: La existencia del universo que nos cobija, y de nosotros mismos, que intentamos entenderlo y averiguar su origen (La "verdadera naturaleza" de ese universo rebasa por mucho las pretensiones de este post,  pero lo cierto es que también sería una interesante cuestión a debatir []).

Tenemos una cuestión a clarificar: El origen de ese universo.

Tenemos dos hipótesis al respecto:

                 Fue una inteligencia la que “diseñó” y originó el universo.  

                 Simplemente por azar el universo comenzó a evolucionar.

¿Por cuál de las dos hipótesis tomar partido?

En línea con el método científico, para cada hipótesis lo lógico  sería diseñar algún tipo de experimento que la confirme o la refute. Pero hasta ahora no se ha descubierto ningún tipo de experimento que permita confirmar ninguna de las dos. 

Pues bien, aquí es donde toma sentido el Principio Antrópico y el artículo de Metaxas: el cálculo de probabilidades al menos sirve para calibrar la racionalidad de las posturas respectivas de ateos y creyentes. (De ahí el título tan extravagante de este post).

Si el cálculo de probabilidades no nos permite determinar fehacientemente el origen del universo, al menos nos puede servir para decidir lo más razonable. Decidir si lo más razonable es optar por la postura atea o por la postura teísta; con las consecuencias que esta decisión tiene para todos los ámbitos de nuestra vida. Porque dependiendo de la postura que tengamos en este tema, así interpretaremos la realidad que nos rodea (física o social) y así marcaremos nuestro comportamiento ante esa realidad. Además de las posibles implicaciones que tenga para el resto de nuestra existencia “fuera del mundo físico” [Puedes leer aquí].

A falta de pruebas, buenos son indicios; y si muchos, mejor.

Ya en el segundo post de esta serie tratamos sobre la diferencia entre evidencia e indicio. Vimos que ante la falta de evidencia, la acumulación de indicios puede ser suficientemente consistente como para tomar importantísimas decisiones, como se hace en los juicios.

Pues bien si por cuestión de indicios se trata, piensa que cada uno de esos parámetros que precisan una estrecha regulación es un indicio, cada uno de ellos apuntando a “una inteligencia” reguladora. Y recuerda: no se trata de uno o dos, sino de muchos más. En la Wikipedia puedes ver los 33 que recopila el artículo sobre constante física, pero son más. Metaxas menciona en su artículo que ya suman más de 200.

"Visualizando" las dos opciones

Resulta un poco imbécil discutir si la probabilidad de un universo originado por azar es más alta o baja cuando nos movemos en cifras tan exageradamente pequeñas para un universo por azar. Y más cuando la postura contraria, la de un universo fruto de una Inteligencia rectora tiene el 100% de las probabilidades a su favor.

Reflexiona por un momento: Imagínate a Dios y “al azar” compitiendo en un concurso para ver “quien” consigue antes un universo con seres humanos.

¿Cómo actuarían?

El azar, realizando jugadas, una tras otra, fracaso tras fracaso hasta que tras diez trillones de intentos (Sí, 1.000.000.000.000.000.000 de veces según los datos recopilados por Metaxas) consigue una exitosa jugada que “casualmente” logra coordinar esos más de 200 parámetros que precisan estar regulados para generar un universo como el nuestro.

En cambio, la Inteligencia, coordinando de forma expresa todos esos parámetros necesarios, en sus valores precios, y “acertando a la primera jugada”. Sobran cálculos de probabilidades. No se precisan repetir jugadas. Cuando la Inteligencia está detrás de las cosas, a la primera hay acierto seguro.

 

¿Y tú, cómo  actuarías si te vieras obligado a optar por alguna de las dos única opciones? ...

¿Por un Creador Inteligente, o por un "creador tonto e inconsciente"? ... Porque si realmente el azar originó el universo, hay que reconocerle el mérito y el título de "creador", por muy "tonto" y "ciego" que sea.

 

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