La Biblia desde el siglo XXI

La ''confiabilidad por veracidad comprobada''

14.09.2018 00:00
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¿Recordáis el cuento de "Pedrito y el lobo"? ¿Qué opinión sacarían sus vecinos del carácter de Pedro? Yo lo veo muy claro: acabaron convencidos de que era un mentiroso compulsivo.

También creo que, si todas las veces que Pedrito alertaba realmente hubiese habido lobos o cualquier otra alimaña, sus vecinos le hubiesen creído ante cualquier nuevo aviso de peligro. Pedrito se habría ganado la confianza de sus vecinos, la fama de sincero, y habitualmente habría sido creído; salvo que alguien hubiese demostrado expresamente su mentira.

Quizás parezca un poco extraña esta introducción, pero os aseguro que tiene relación con las temáticas de biblicamente.org. Más concretamente con la serie de post que hemos visto hace pocas semanas sobre las evidencias arqueológicas y su relación con la historicidad de la Biblia.

En ellos comentamos el descubrimiento de un edificio de sillares en Tel'Eton, tras lo cual enlazamos con el tema de las evidencias arqueológicas.

Y en el último aclaramos que la ausencia de evidencia no debe interpretarse como evidencia de falsedad, salvo en los casos que tenemos certeza de que esa evidencia sí debiera existir. También vimos que esa certeza va desvaneciéndose en la medida que el factor tiempo aleja los acontecimientos que se quieren relacionar.

Ahí di por finalizada la pequeña serie.

Pero al "limpiar" el directorio en Dropbox donde guardo los borradores de los posts hasta que los edito en la web de Webnode me he dado cuenta que olvidé incluir un aspecto que tiene que ver con la historicidad bíblica y con esto de las evidencias arqueológicas que la fundamentan. O la falta de ellas.

Y ese es el quid de de la cuestión: ¿qué actitud tomar ante los relatos bíblicos de los que no tenemos evidencias arqueológicas (u otros relatos históricos que los corroboren), pero de los cuales tampoco existen evidencias que los contradigan?

Resumiendo las situaciones en las que nos podemos encontrar tenemos:

Relatos bíblicos de los que conocemos evidencias arqueológicas o históricas que los corroboran. En este caso la actitud a mantener es clara: darlos por ciertos

Relatos bíblicos de los que se conocen evidencias que los contradicen. Es este caso también la actitud sería clara: darlos por falsos, o por estilos literarios no históricos (didácticos, poéticos, etc.). Fíjate que escribo la "actitud sería...". Y es porque yo al menos aún no me he topado con ningún informe con fundamento que exponga una contradicción entre la Biblia y los descubrimientos arqueológicos. Sí es cierto que en 2014 leí una noticia que anunciaba la falsedad de los relatos bíblicos en base al descubrimiento de abundantes restos de huesos de camellos en Israel de una determinada época. Pero ya expliqué en este post que las conclusiones que hacían ciertos medios de difusión no tenían el más mínimo rigor argumental. No pasaban de la burda manipulación de una noticia objetivamente cierta (supongo) con el objetivo de desprestigiar a la Biblia. Otra cosa: Aclarar para los lectores cristianos que escribo pensando en aquellos posibles lectores que no lo son, y cuya aceptación de la Biblia se basa más bien en la racionabilidad que no en la Fe.

Relatos bíblicos de los que no se conocen evidencias que los corroboren ni los contradigan. En estos pretendo centrarme hoy con la idea de considerar la actitud adecuada a tomar ante ellos. ¿Cuál debiera ser la actitud en estos casos?

Pues bien, aquí engarza la introducción inicial de "Pedrito y el lobo", que sólo pretendía sentar una pequeña reflexión de nuestro comportamiento en el trato con las personas en lo tocante a la fiabilidad de las mismas.

Está claro que a ciertas personas no estamos dispuestos a creerles, salvo que aporten pruebas o razones muy convincentes. En cambio, de otras aceptamos su palabra como si de oro de ley se tratase. ¿Porqué? Básicamente, porque la experiencia nos guía. Me refiero a la experiencia del trato con ellas.

Es muy conocido el dicho "Si me engañas una vez, tuya será la culpa. Pero mía lo será si me vuelves a engañar". Cuando en repetidas ocasiones has pillado a alguien en mentira, tomas precauciones. No te basta su palabra para creerle, exiges garantías o pruebas. No hay confianza.

En cambio, cuando estás habituado a que alguien no te falle, no te mienta, no esperas pruebas cada vez que te informa en algún sentido. Ya lo conoces. Partes de la hipótesis de que no te engaña. Aplicas el criterio de “confiabilidad por veracidad comprobada”.

¿Qué es eso de la “confiabilidad por veracidad comprobada”? Sencillo hasta el perogrullo: se trata de la cualidad de fiables que inconscientemente atribuyes a ciertas personas porque reiteradamente has comprobado que son veraces. Es algo que habitualmente aplicamos en nuestras relaciones con las personas o instituciones: cuando has comprobado que son veraces confías instintivamente en que lo seguirá siendo. Les das margen de confianza.

Pues bien, habida cuenta que las personas no sólo hablan, sino que también escriben. El mismo criterio de confiabilidad por veracidad demostrada es aplicable a las obras de autoría humana: libros, artículos, post, documentales, etc.  Y ¡cómo no! también aplicable a la Biblia.

Si consideras a Dios como su autor (sea cual sea tu forma de entender la inspiración del Espíritu Santo), evidentemente no tienes problemas para confiar en ella, al margen de si la arqueología confirma o no su historicidad.

Pero si no consideras a Dios como su autor, al menos debieras concederle "confiabilidad por veracidad comprobada", puesto que en repetidas ocasiones la arqueología ha encontrado pruebas de su historicidad. Y, como apunté arriba, ninguna prueba de falsedad en sus pasajes.

Y, claro, a no olvidar que la ausencia de evidencias arqueológica nunca debe ser tomada como evidencia de falsedad. Puesto que para considerar como tal sería preciso:

  • Tener certeza de donde debieran estar esos restos que podrían conformar la evidencia.
  • Tener la certeza de que con el correr de los siglos no se produjeron circunstancias que modificaron los escenarios correspondientes a lo que entonces se escribió.

Esos son los dos puntos que mencioné en el anterior post donde cuestionaba la sensatez de tomar la ausencia de evidencias como prueba de la falsedad de los relatos antiguos. Pero ahora que escribo, considero otro tercer punto, este:

  • Tener certeza de que el acontecimiento relatado involucra objetos factibles de dejar restos para la posteridad. Porque ¿qué restos esperarías encontrar del sermón del monte? ¿Acaso una grabación de las palabras de Jesús?

Este tercer punto parece obvio, pero lo cierto es que he leído en más de una ocasión negar la realidad histórica del Éxodo porque no se han encontrado evidencias arqueológicas que lo avalen. Al margen de que ciertamente sí se han encontrado algunas, me pregunto sobre qué tipo de restos pueden estar buscando los arqueólogos en tan amplias extensiones como aquellas por las que vagaron los israeitas  durante 40 años. Porque nada edificaron durante ese tiempo, y de sus tiendas de campaña expuestas a la intemperie por más de 3000 años pocos restos vamos a encontrar.

Resumiendo: Bastantes evidencias de la historicidad de la Biblia se han encontrado hasta ahora como para que le demos un margen de confianza en aquellos pasajes de los cuales no disponemos de confirmación arqueológica. Bien porque no es posible esperarlas (porque los relatos no involucran objetos factibles de dejar restos), o bien porque aún no ha llegado el momento en que los arqueólogos encuentren los restos que confirman su historicidad.

 

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