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Terminábamos el post anterior concluyendo que cuando Caifás murió hubo la intención expresa de que dos clavos de una crucifixión le acompañasen tras la sepultura. Y es esa intencionalidad de colocar los clavos junto al cadáver de Caifás lo que realmente aporta fundamento para la historicidad de la Biblia en lo concerniente a la crucifixión de Jesucristo.
Dado que descarto cualquier valor de los clavos como reliquia con posibles poderes milagrosos, me parece secundario el que realmente esos dos clavos que estuvieron durante siglos junto a los huesos de Caifás sean realmente los que atravesaron las manos de Jesús.
Aun así, opino que lo más probable es que esos clavos sean realmente los usados en la crucifixión de Jesús. Porque... ¿a cuento de qué podría interesar a nadie juntar los clavos de cualquier otra crucifixión al cadáver de Caifás?
En esto tiene razón Simcha Jacobovici cuando basa su convencimiento en que “...en términos históricos sólo asociamos a Caifás con un hecho: la muerte de Jesús”.
Y es que a pesar del importantísimo papel que tenía Caifás en la sociedad judía, poco papel tenía en las ejecuciones romanas mediante crucifixión (La crucifixión era un método de tortura mortuoria romana). Por eso yo tampoco imagino ningún interés en colocarle clavos de ningún otro crucificado al cadáver de Caifás, ni siquiera como amuleto, como más adelante veremos.
En cambio, sobre la crucifixión de Jesús, sí tuvo un papel importantísimo, puesto que fue Caifás el que inclinó la balanza para que el concilio que tuvieron los fariseos y los sacerdotes acordaran la muerte de Jesús. Este fue su consejo: “… nos conviene que un hombre muera por el pueblo…” (Juan 11: 49-50); y esta fue la decisión que tomaron: “Así que, desde aquel día acordaron matarle” (Juan 11:53).
Cuales sean los motivos que pesaron en esa decisión de colocar los clavos junto al cadáver es algo sobre lo que meditaremos más adelante. Pero valga recalcar en este punto que lo importante es la voluntad de que el principal protagonista en la decisión de sacrificar a Jesús (Caifás) fuese a la sepultura junto con clavos de crucifixión. El que sean estos clavos los originales u otros similares es secundario. Bien pudieron confundirse de clavos. O quizás no pudieron conseguir los originales. O se extraviaron. De lo único que podemos estar seguros es de que hubo intención expresa de juntar los clavos al cadáver. Y cualquier pretensión que yo pueda imaginar me lleva reiteradamente a la crucifixión de Jesús y al importante papel que jugó Caifás para que Jesús acabase siendo sacrificado “por el pueblo”.
Hay dos expertos que en el documental presentan la posibilidad de que los clavos fuesen amuletos. Tanto el profesor Eldad Keinan (historiador de la universidad Bar Ilán) como la profesora Adele Reinhartz (de la universidad de Otawa) la mencionan hacia la mitad del documental.
Parece ser que algunos judíos de aquella época creían que los clavos de los crucificados tenían poderes sanadores. Pero colocar clavos de crucificados junto a cadáveres es incongruente con esa creencia. Los poderes sanadores sólo serían eficaces con las personas vivas, no con los cadáveres. Es absurdo colocarlos junto a un cadáver, ya que poco podrían mejorar la salud después de la muerte. Y menos sentido aún tendría que fuesen colocados con intenciones curativas junto al cadáver de Caifás, puesto que era saduceo, y supongo que también el resto de su familia (Hechos 5:17. Nota: Los saduceos no creían en la resurrección, según se lee en Lucas 20:27).
Por otra parte, sí estoy de acuerdo con Eldad Keinan cuando afirma: “Si una persona llevaba clavos consigo en su tumba, debieron tener un significado especial para él”. Bien pensado, esta afirmación también es contraria a la hipótesis de los clavos como amuletos. Porque un amuleto que sólo tiene valor curativo, como aclara la profesora Adele Reinhartz, deja de tenerlo cuando el propietario acaba en la tumba. Ese “significado especial” tuvo que ser otro. Quizás ligado a la primera o a la tercera de las razones que apunto a continuación.
Descartando el interés “sanatorio”, opino que cualquier otra razón que hubiese motivado la colocación de los clavos junto al cadáver debió estar relacionada con la muerte de Jesús y con el papel clave que protagonizó Caifás para que le ajusticiaran. Repaso las que a mí se me ocurren:
Clavos como símbolo de orgullo y éxito para Caifás. Podríamos suponer que Caifás estuviese orgulloso de haber convencido a los miembros del concilio para que ajusticiaran a Jesús, y que conservase los clavos como símbolo de su victoria político-religiosa. Algo así como un trofeo obtenido durante su liderazgo sacerdotal. Es más, incluso me parece posible que el mismo Caifás visitase la tumba para analizarla por sí mismo. Esa hubiese sido una buena ocasión para apropiarse de los clavos, si es que José de Arimatea allí los dejó tras cogerlos cuando descolgó a Jesús para sepultarle (Mateo 27:57-66). En este caso es viable suponer que él mismo o sus allegados deseasen que dicho trofeo le acompañase en la sepultura. Caso de que así hubiese sido, está claro que ese hecho, así como el descubrimiento de los clavos en nuestros días, suponen un perfecto testimonio a través de los siglos del relato bíblico.
Clavos como símbolos de rencor. Tampoco me sorprendería que algún conocido o familiar convencido del error de Caifás, y creyente en la resurrección, decidiese meter los clavos en su sepultura “como símbolo y recordatorio perpetuo de su atrocidad”. En este supuesto no importarían clavos originales u otros, puesto que sólo interesaban como símbolo del injusto castigo promovido por Caifás. Familiares y conocidos del sumo sacerdote que pudiesen hacer ese papel seguro que los hubo. Y que estando Caifás vivo no se atreviesen a enfrentarse personalmente con él, también. En los Evangelios se mencionan dos que, habiéndose convertido al cristianismo, lo mantenían en secreto, pues eran miembros del Sanedrín que presidía Caifás por ser el sumo sacerdote.
Uno de ellos era Nicodemo, que tuvo una interesante conversación con Jesús (Juan 3:1-21), tras la cual se convirtió. Junto con José de Arimatea estuvo sepultando a Jesús (Juan 19:38-40). A pesar de ocultar su cristianismos, le “echó un cable” a Jesús cuando los alguaciles se justificaban ante los principales sacerdotes y fariseos (posiblemente en alguna reunión del sanedrín) por no haber detenido a Jesús (Juan 7:45-49). La intervención de Nicodemo a favor de Jesús (“¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?” [Juan 7:51]) no agradó mucho al resto de participantes en la reunión, y la respuesta que dieron denota claramente que cara al Sanedrín no se manifestaba como cristiano (“Respondieron y le dijeron: ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta.” [Juan 7:52]).
El otro era José de Arimatea, también miembro del Sanedrín (Marcos 15:43), y que también mantenía en secreto su filiación cristiana (Juan 19:38). Él tuvo la iniciativa de recuperar el cadáver de Jesús, y probablemente fue el que conservó los clavos de la crucifixión como símbolo de los padecimientos de su Redentor. Aunque tampoco sería de extrañar que los dejase en la tumba, junto al cadáver de Jesús, dando ocasión a que alguien los tomase tras la resurrección (¿Quizás el mismos Caifás?).
Clavos como símbolo de arrepentimiento. No es de descartar que Caifás se arrepintiese de haber sido el principal artífice de la crucifixión de Jesús. Es muy probable que cuando animó para que se condenase a Jesús creyese sinceramente que era un farsante que hacía peligrar la estabilidad social del pueblo. Pero, aunque el pueblo fue engañado con los rumores que se difundieron sobre el robo del cadáver (Mateo 28:11-15), él, como sumo sacerdote, debió conocer de primera mano la verdad que contaron los guardas de la tumba. Como apunté un poco más arriba, es verosímil que tras el testimonio de los guardias sobre la desaparición del cuerpo de Cristo el mismo Caifás visitase la tumba para analizarla por sí mismo. Si José de Arimatea dejó en la tumba los clavos, Caifás pudo perfectamente apropiárselos. Pero no como símbolo de orgullo y éxito, como comentamos un poco más arriba, sino como muestra de respeto hacia el que injustamente mandó a la cruz ahora que se daba cuenta de su error. Es de suponer que los conservaría como reliquia valiosa durante toda su vida, y que sus allegados las dejasen junto a su cuerpo tras la muerte de Caifás.
Así, pues, opino que el descubrimiento de estos clavos nos muestras sin lugar a dudas que en las mentes de algunos judíos en el siglo I DC se conservaron escenas de la crucifixión de Jesús, y que este recuerdo, en sentido positivo o negativo, fue el que motivó para que se colocasen los clavos junto al cadáver de Caifás.
Desconozco cual de las tres posibilidades comentadas fue la que realmente sucedió, pero cualquiera de ella lleva a la misma conclusión:
Del pasado al presente:
Del presente al pasado:
El descubrimiento hoy día de los clavos nos permite remontar a la inversa el proceso:
Este testimonio indirecto de los clavos es el que avala la historicidad del relato bíblico. Si además los clavos son los originales de la crucifixión, pues quizás mejor para algunos. Pero como dije al principio, a mí me parece secundario. Lo importante es el acto de colocar clavos de una crucifixión junto al cadáver de Caifás.
Terminado el post se me pasó por la cabeza la posibilidad de que todo sea un fraude montado en el siglo XX o en el presente siglo XXI. Creo que es fácil descartar esa posibilidad, pero lo dejo para otra ocasión.
Nota: Recordad que he sacado a colación este documental sobre los clavos encontados en la tumba de Caifás porque recientemente especialistas de la Universidad de Tel Aviv (Israel), han publicado en la revista científica 'Archaeological Discovery', una contraverificación de las conclusiones que se sacaron en 2011. En este enlace puedes acceder a dicho informe en la revista científica "Archaeological Discovery" Y en este otro enlace puedes visualizar el documental "Los clavos de la cruz" |
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