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Vuelvo con el Sr. Miron Zuckerman y su estudio comparativo de inteligencias ateas y religiosas.
Ya tratamos sobre la fiabilidad que podemos conceder a su “meta-estudio”; y también hemos cuestionado el extendido hábito de desligar las convicciones ateas sin fundamentos empíricos del vocablo “creencias”: cuando se tratan de convicciones religiosas son “creencias”; cuando son convicciones ateas (sin fundamento empírico), no son creencias; son... ??? “vaya usted a saber”; porque aún no se ha inventado el término. Simplemente se da por sentado que entre los ateos no hay creencias sin fundamento: “Todo lo que creen los ateos está demostrado”, “Y si no está demostrado hoy día, algún día se demostrará”, como afirmaba el famoso ateo Richard Dawkins. Si esto no es fe, ya me dirá Richard como le llama (Lee este post sobre la "fe" de Dawkins y este otro sobre las "creencias" de los ateos).
Cuanta verdad contiene el dicho “Cría fama y échate a dormir”. No se por qué motivo el ateísmo ha conseguido tan injustificada fama de objetividad y racionalidad, que hasta los mismos cristianos la dan por supuesto y no suelen cuestionarla. Es más, incluso algunos se acomplejan ante la apabullante aureola de racionalidad y objetividad que ha conseguido ganarse el ateísmo. ¡Nada más lejos de la verdad!
Bueno, pero mejor empiezo con el tema de hoy: la racionalidad de las creencias. Y claro, ya meto aquí, bajo el término creencia, a todas ellas, incluso las convicciones de los ateos que no están fundamentadas empíricamente.
Dado que “creencias” en el sentido de convicciones no avaladas directamente por la experiencia sensible hay muchas me voy a centrar en la creencia por antonomasia, la que marca la diferencia radical entre ateísmo y teísmo. ¿Captas a cual me refiero?
Quizás esté pensando que me voy a centrar en la creencia sobre la existencia de Dios. ¿Verdad?
Si a tu mente ha venido esa idea, es que tú también has sido víctima del enredo de los ateos (lee aquí).
No, la creencia radical es la convicción acerca del origen del universo; y el mismo nivel de creencia indemostrable es la que mantiene que tras el origen del universo hay una inteligencia Suprema como la que mantiene que simplemente hubo una tremenda casualidad. Ambas indemostrables. A los que sostienen la primera opción se les suele llamar creyentes, y a los que sostienen la segunda ateos. Pero en el fondo, todos son creyentes en alguna de las dos opciones.
Habida cuenta que ninguna de las dos opciones tiene fundamento empírico, queda la cuestión de la racionalidad. ¿Qué es más razonable pensar, que todo lo originó una inteligencia, o que todo es pura casualidad?
Me voy a permitir responder "a la gallega": "Depende. ¿Tú qué opinas?"
Está clara la opinión de Zuckerman: razonable para él debe ser que todo el origen del universo fue una tremenda casualidad, puesto que la opción contraria (que el origen está en una inteligencia Suprema) es la opción que mantienen los creyentes. Y claro, si afirma que las creencias religiosas son irracionales, ya me dirás... Concluía en su estudio: “... las creencias religiosas son irracionales...”. Lo que sigue (“… sin anclaje científico, no comprobables…") es lo que tiene que ver con la fundamentación empírica de las convicciones. Y ciertamente, las creencias religiosas ni tienen “anclaje científico” ni son comprobables (ese es el aspecto “empírico”). Pero ni más ni menos que muchas creencias ateas, como la que estamos tratando, la del origen del universo.
Si recordáis, preguntaba en el anterior post sobre este tema: ¿Ya tiene claro el profesor Miron Zuckerman lo que es una creencia racional? Y es que ésta cuestión no es sencilla...
Parece claro que una creencia racional es aquella que responde a la razón, a lo razonable. Si buscamos en el diccionario de la RAE los términos irracional, racional o razonable concluimos que la delimitación entre racional e irracional o entre razonable y no razonable está en la coherencia con la razón, entendida esta como la facultad de discurrir, según la misma definición del diccionario de la RAE. Así, pues, nos encontramos con dos aspectos que delimitan la racionalidad o irracionalidad de una convicción o creencia:
El ejemplo: Mi amigo Roque, ingeniero que está endeudado hasta las cejas y sin trabajo, ha decidido emigrar a "Alefrania". Su creencia es que podrá regresar a los pocos años, liquidar sus deudas y comprarse un bonito chalet.
Pregunto: ¿Es razonable su creencia?
Quizás pienses que "depende": Si en Alefrania los sueldos son muy altos, hay mucho trabajo, pocos ingenieros y los ingenieros españoles están muy cotizados, entonces, pensarás que su creencia es muy razonable y hará bien en emigrar. Pero si Alefrania está pasando una crisis financiera de caballo, con la mayor parte de las industrias desmanteladas y una altísima tasa de paro pensarás que su creencia es una locura.
Podría matizar las cosas y añadir que Alefrania está en la ruina económica desde haces años; y que tiene el gobierno más corrupto que se pueda uno imaginar, con lo que las expectativas de mejora son inexistentes (A recordar que esto no es más que un ejemplo totalmente ficticio, no sea que se ofendan Merkel y Hollande). Pero de nada servirían añadir esos datos “empírico” para responder a la pregunta de si es racional o irracional la creencia de Roque (Datos empíricos porque se podría viajar a Alefrania para comprobarlos).
La verdad es que la racionalidad de la creencia de Roque en su futuro éxito en Alefrania no depende en absoluto de la realidad que allí exista. El que la convicción de Roque sea racional sólo depende de la información que tenga en su mente. Si en su mente existe la convicción de que “en Alefrania los sueldos son muy altos, hay mucho trabajo, pocos ingenieros y los ingenieros españoles están muy cotizados”, su decisión de emigrar es de lo más razonable y lógica: ir donde hay riqueza y trabajo. Otra cosa es que no sea una persona bien informada. Pero el que no sea una persona bien informada no le resta ni un ápice a su capacidad de raciocinio ni a la racionalidad de los juicios que haga en función de las informaciones contenidas en su mente.
Así, pues, lo racional o irracional de una creencia depende solamente de lo que previamente existe en la mente. Si lo que hay en la mente en relación a esa convicción son datos empíricos, contrastables y fácilmente comunicables con otras personas no hay mayor problema, nadie cuestionará la racionalidad de esa creencia o convicción. ¿Por qué? Porque existirá un fundamento común sobre el que sustentar la racionalidad de la convicción.
Bien diferente es cuando las informaciones que existen en la mente no son contrastables con la experiencia física. Y más cuando esas informaciones son pilares fundamentales que sirven para la interpretación de la realidad y para la elaboración de todo el entramado de conocimiento que nos sirve para relacionarnos unos con otros y con la realidad física del entorno. En este grupo de informaciones se encuentran conceptos tan básicos e indemostrables empíricamente como los de tiempo, materia, causalidad, inteligencia,... Y también una serie de juicios fundamentales construidos a partir de esos conceptos. Juicios que tampoco son empíricamente demostrables, tales como que “no hay efecto sin causa”, que “todo lo que existe tuvo un origen”, que “detrás de todo fenómeno sensible existe una realidad material que le da sustento y que explica las señales que captan nuestros sentidos”, que “detrás de todo fenómeno sensible sólo existe una mente que comunica con otras mentes a través de las señales que captan nuestros sentidos”, que “el origen del universo está en una inteligencia Suprema”, que “el origen del universo fue una afortunada casualidad”, etc...
Nota: Si estás pensando que conceptos o juicios como los anteriores son demostrables empíricamente, piensa que una definición bien pergeñada que sintetice a un conjunto de fenómenos observables no implica una demostración de la realidad objetiva de la idea asociada al vocablo definido. La mejor prueba de esto es que normalmente esas ideas asociadas a los vocablos son más bien difusas, cuando no inexistentes.
En esos casos la discusión está garantizada si es que intentan comunicar personas que discrepan en sus "juicios fundamentales". Entre dos cristianos de la misma iglesia no habrá muchas discrepancias. Ni entre dos ateos de la misma escuela. Pero bien diferente será, por ejemplo, cuando discuta un cristiano con un ateo: el cristiano parte de la premisa de que detrás del universo hay una inteligencia suprema; y el ateo de que todo fue una casualidad. Al cristiano le parecerá lógico intentar comunicar con esa inteligencia suprema (lo que en las iglesias se llama oración), pero el ateo verá ese intento como una pretensión de comunicar con una inteligencia inexistente, pues él no cree que exista tal cosa. Lógico que al ateo la oración le parezca una locura irracional (seguramente Miron Zuckerman es ateo, y consecuentemente considerará a la oración como una costumbre irracional).
La verdad es que de nada sirven las discusiones cuando se parten de premisas fundamentales diferentes. No creas que este tipo de discrepancia sólo se produce entre ateos y creyentes, es muy común entre posturas políticas diferentes, escuelas filosóficas, de economía, psicología,.... Todo debate que no pueda ser llevado al juicio de la realidad mediante experimentación o cualquier otro tipo de comprobación física está abocado al fracaso. Aunque incluso en esos casos el fracaso también puede está garantizado. Sí, pues también acabará en descalabro cualquier controversia en la que los conceptos y juicios fundamentales de cada uno de debatientes provoquen diferentes interpretaciones de los resultados de los experimentos.
¿Por qué crees que insistía tanto Pablo en la necesidad de una renovación mental? (Lee por ejemplo Romanos 12:2 o Efesios 4:17,18,23)
¿Por qué se hará tanta insistencia en ser renovados o renacidos mediante la información suministrada por la palabra de Dios? (Efesios 4:20-21, 1ª Pedro 1:23).
¿Tendrá que ver con la voluntad de crear una comunidad con los mismos conceptos y juicios fundamentales que permitan una misma interpretación de la realidad? (Recuerda lo que has leído más arriba y lee: 1ª Corintios 1:10, 1ª Pedro 2:9-10)
Así pues, cualquier juicio sobre la racionalidad o irracionalidad de las creencias ajenas siempre estará escorado por las propias creencias del que emite el juicio. Las discusiones entre mentes que difieren en los principios fundamentales que permiten interpretar la realidad están abocadas al fracaso. O se “convierte” una de las mentes y “renueva” todo su acervo mental, o mejor cambiar de tema y hablar del tiempo.
Conclusión bastante pesimista, estarás pensando: "Si la racionalidad no es el criterio válido para dilucidar sobré cuales creencias son las “mejores”, 'apaga y vámonos' ".
Pero no te desanimes. Desde el punto de vista de la racionalidad, lo importante es que tus creencias tengan racionalidad intrínseca, es decir: que formen en tu mente un conjunto coherente. Si eres cristiano, estaríamos hablando de lo que Pablo llamaría alcanzar la estatura de la mente de Cristo (Efesios 4:13; 1ª Corintios 2:16 1ª Corintios 2:6-16)
Y dado que al margen de la racionalidad, las creencias tienen otras consecuencias importantísimas para la vida, te puedo anticipar que sí, que existe posibilidad de evaluar cuales son las “mejores” creencias. ¿Cómo...?
Digamos que existe un método de evaluación que responde tanto a un enfoque de “inspiración bíblica” como a un enfoque de “inspiración científica”.
Pero esto queda para otro post, que confío no sea tan largo como el que aquí finalizamos.
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