(Una colaboración de Josué Ferrer)
Jesús fue solamente un hombre pero como sus contemporáneos eran unos crédulos ignorantes se tragaron el cuento chino de que era Dios. Eso dicen los escépticos. El periodista italiano Vittorio Messori, que pasó de ateo a católico, destaca que los judíos no fueron un pueblo en absoluto crédulo. Y es que si se hubiese querido fabricar un dios a partir de una mentira entonces Jesús debería aparecer retratado en la Santa Biblia como un héroe mítico, al estilo de los inalcanzables dioses romanos del momento ya que no hay mitología ni epopeya alguna que no se haya preocupado por describir con sumo esmero el físico de su héroe.
Sin embargo en la Biblia no hay descripción física alguna de Jesús e incluso se mencionan los momentos de ira, angustia o miedo que atravesó durante su vida. Incluso en su genealogía, redactada por el evangelista Mateo, aparecen, además del de María, cuatro nombres femeninos (algo escandaloso para la época pues la mujer era considerada un cero a la izquierda, un ser impuro). Pero aún peor: si examinas la vida de esas cuatro señoras encontramos incesto, prostitución, adulterio y asesinato. Los evangelistas no se apartaron ni un ápice de la verdad pues muchos judíos conocían a Jesús y fácilmente habrían desenmascarado una mentira.
Para Messori divinizar a una persona era posible en el Imperio Romano pero totalmente imposible entre los judíos. Ellos adoraban a Yahvé, el Dios único cuyo nombre ni siquiera podía pronunciarse. Asociar a Yahvé un hombre era considerado un sacrilegio abominable. Pensar que un galileo haya podido equipararse a Dios y ser adorado como tal pocos años después de su muerte es no conocer en absoluto el mundo hebreo. Los judíos acataban la autoridad del emperador romano pero preferirían dejarse lapidar antes que considerarlo divino. De hecho, el discípulo Esteban fue lapidado por proclamar la divinidad de Jesús.
El periodista ex-ateo Vittorio Messori concluye que para admitir que la divinidad de Cristo es fruto de la credulidad de sus contemporáneos, entonces deberíamos pasar por alto que los judíos prefirieron el martirio colectivo y la destrucción total del país antes que aceptar una sola pintura del emperador divinizado en Jerusalén. Es más, Mahoma y el islam representan la rebelión de esa misma sangre semita contra la incomprensible pretensión cristiana de igualar a un hombre con Dios, lo cual es una blasfemia tanto para musulmanes como para judíos. Jesucristo triunfó pese a la incredulidad de los hebreos y no gracias a ella.
Josué Ferrer, autor del libro "Porqué dejé de ser ateo" [Disponible en Amazón].
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