La Biblia desde el siglo XXI

La estela de Hofra (Apries)

30.11.2022 00:00

Vuelvo a centrarme en el periodo alrededor de la destrucción de Jerusalén a manos de Nabucodonosor porque no hace muchos meses se descubrió una estela egipcia erigida por un faraón al que Jeremías profetizó su caída a manos de su enemigo.

Se trata del quinto faraón de la vigésimo sexta dinastía egipcia: Apries (688 AC a 525 AC), también conocido como Wahibre Haaibre; y en hebreo, como Hofra; y así lo menciona Jeremías.

La estela fue descubierta por un labrador cuando preparaba sus tierras. Lo que para el agricultor era una losa tallada, resultó ser una estela conmemorativa de haces unos 2600 años y unos 230 x 104 cm² aproximadamente. 


(Parte superior de la estela)

En la cabecera destaca un óvalo con el signo de Apries. Y en la parte inferior contiene 15 líneas de signos jeroglíficos aún no traducidos, pero que según Mostafa Waziri (secretario general del Ministerio de Turismo y Antigüedades egipcio) probablemente traten sobre alguna campaña militar al este de Egipto.

 

Hofra (Apries) en la Biblia

Hofra entra en la escena bíblica en dos ocasiones. La primera, de forma implícita en el relato de Ezequiel sobre la ayuda de los egipcios a Sedequías cuando decidió traicionar a Nabucodonosor. Y la segunda, de forma expresa cuando Jeremías relata la emigración del remanente judío a Egipto y profetiza el fin de Hofra a manos de sus enemigos.

Primera aparición: Apoyando a Sedequías cuando éste decidió rebelarse contra Nabucodonosor, el cual le dejó como rey de Judá tras llevar cautivo a su predecesor: Joaquín (O Jeconías. No confundir con Joacim, su padre)  (Véase 2 reyes 24:10-11,15,17).

A pesar de haber sido elevado al trono por Nabucodonosor II, Sedequías decide traicionarle y para ello pide ayuda a los egipcios. Esto lo cuenta Ezequiel en el capítulo 17, versículos desde el 12 hasta el 16: “Di ahora a la casa rebelde: ¿No habéis entendido qué significan estas cosas? Diles: He aquí que el rey de Babilonia vino a Jerusalén, y tomó a tu rey y a sus príncipes, y los llevó consigo a Babilonia. [Aquí se refiere a Joaquín]. Tomó también a uno de la descendencia real e hizo pacto con él [Se refiere a Sedequías], y le hizo prestar juramento; y se llevó consigo a los poderosos de la tierra, para que el reino fuese abatido y no se levantase, a fin de que, guardando el pacto, permaneciese en pie.  Pero se rebeló contra él [Sedequías], enviando embajadores a Egipto para que le diese caballos y mucha gente. ¿Será prosperado, escapará el que estas cosas hizo? El que rompió el pacto, ¿podrá escapar? Vivo yo, dice Jehová el Señor, que morirá en medio de Babilonia, en el lugar donde habita el rey que le hizo reinar [Se refiere a Nabucodonosor], cuyo juramento menospreció, y cuyo pacto hecho con él rompió”.

Aunque no se menciona a Hofra explícitamente, el faraón al que Sedequías pide ayuda es Hofra. Según las cronologías de los expertos, sus reinados coincidieron durante 3 años: desde el 589 AC hasta el 587 AC. No olvidar que antes de Cristo los años progresan a la inversa: Hofra inicia su reinado en el 589 AC, estando Sedequías gobernando Judá. Y posteriormente Sedequías es destituido por Nabucodonosor en el año 587 AC, cuando Hofra llevaba cerca de tres años gobernando.

Segunda aparición: De forma implícita también tenemos a Hofra aceptando a los “auto-expatriados” de Judá cuando Nabucodonosor dejó a Gedalías como gobernante del pueblo remanente que no deportó a Babilonia tras derrocar al traidor Sedequías.

El relato de la rebelión contra Gedalías y la migración a Egipto lo podéis leer en Jeremías desde el capítulo 40 hasta el 43. De forma más resumida también se puede leer en 2ª Reyes 25:22-26. Destaco el versículo 26 en particular: “Y levantándose todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor, con los capitanes del ejército, se fueron a Egipto, por temor de los caldeos”.

Continúa Jeremías en capítulo 44 profetizando sobre la aniquilación de los judíos de Egipto (salvo un pequeño remanente que volverá a Judea) y termina anunciando de forma expresa la caída de Hofra a manos de sus enemigos. Copio a continuación el final del capítulo 44: “Por tanto, oíd palabra de Jehová, todo Judá que habitáis en tierra de Egipto: He aquí he jurado por mi grande nombre, dice Jehová, que mi nombre no será invocado más en toda la tierra de Egipto por boca de ningún hombre de Judá, diciendo: Vive Jehová el Señor. He aquí que yo velo sobre ellos para mal, y no para bien; y todos los hombres de Judá que están en tierra de Egipto serán consumidos a espada y de hambre, hasta que perezcan del todo. Y los que escapen de la espada volverán de la tierra de Egipto a la tierra de Judá, pocos hombres; sabrá, pues, todo el resto de Judá que ha entrado en Egipto a morar allí, la palabra de quién ha de permanecer: si la mía, o la suya. Y esto tendréis por señal, dice Jehová, de que en este lugar os castigo, para que sepáis que de cierto permanecerán mis palabras para mal sobre vosotros. Así ha dicho Jehová: He aquí que yo entrego a Faraón Hofra rey de Egipto en mano de sus enemigos, y en mano de los que buscan su vida, así como entregué a Sedequías rey de Judá en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, su enemigo que buscaba su vida”. (Jeremías 44:26-30).

¿Se cumplió la profecía sobre Hofra?

El historiador Heródoto de Halicarnaso nos lo cuenta en su segundo libro de historia, párrafos desde el CLXI hasta el CLXIII, y también el CLXIX (copio estos párrafos al final del post):

 

Apries (Hofra) en la historia de Heródoto

Según Heródoto, Apries (Hofra en hebreo) emprendió batalla contra Cirene, al oeste de Egipto. Indico la ubicación al este porque es justo la orientación contraria a la que según Mostafa Waziri opina que debió producirse la campaña de Apries sobre la cual deben tratar la estela encontrada por el labriego (véase al inicio del post). Y es que difícilmente pudo Apries erigir la estela conmemorando la victoria, pues ni vencieron los egipcios, ni a Apries le quedó tiempo para poder erigirla aun mintiendo en el texto si es que hubiese pretendido alardear de victoria sobre los de Cirene, pues a raíz de este enfrentamiento Apries perdió el trono y poco después la vida.

Según lo que narra Heródoto, y sintetizando, la derrota ante Cirene originó mucho descontento en la tropa nativa egipcia hasta el punto que se levantaron contra los mercenarios extranjeros sobre los que se apoyaba Apries. Amosis, sin ser de la clase noble egipcia, calmó y lideró a los rebeldes los cuales le proclamaron faraón en lugar de Apries, tomando el nombre de Amosis II. Aunque inicialmente Amosis trató indulgentemente a Apries, al tercer año de su reinado acabó entregándolo a sus subordinados que lo estrangularon.

 

Vemos pues, que no sólo se corrobora la historicidad del relato y profecía de Jeremías mediante la narración de Heródoto sobre la caída y muerte de Apries (Hofra), sino que la arqueología la confirma en nuestros días desenterrando una estela del mismo Faraón.

 

(El 28/11/2022 todos los enlaces incluidos en este post estaban activos).

 

Texto del segundo libro de historia de Heródoto, párrafos desde el CLXI hasta el CLXIII, y también el CLXIX:

                         CLXI. Seis años reinó Psammis solamente, en cuyo tiempo hizo una expedición contra la Etiopía, y después de su pronta muerte le sucedió en el trono su hijo Apries130, el cual en su reinado de 25 años pudo con razón ser tenido por el monarca más feliz de cuantos vio el Egipto, si se exceptúa a Psamético, su bisabuelo. Durante la prosperidad llevó las armas contra Sidonia, y dio a los Tirios una batalla naval; pero su destino era que toda su dicha se trocara por fin en desventura, que le acometió con la ocasión siguiente, que me contentaré con apuntar por ahora, reservándome el referirla circunstanciadamente al tratar de la Libia. Habiendo enviado Apries un ejército contra los de Cirene, quedó gran parte de él perdido y exterminado. Los egipcios echaron al rey la culpa de su desventura, y se levantaron contra él, sospechando que los había expuesto a propósito a tan grave peligro, y enviado sus tropas a la matanza con la dañada política de poder mandar al resto de sus vasallos más despótica y seguramente, una vez destruida la mayor parte de la milicia131. Con tales sospechas y resentimiento, se le rebelaron abiertamente, así los que habían vuelto a Egipto de aquella infeliz expedición, como los amigos y deudos de los que habían perecido en la jornada.

                         CLXII. Avisado Apries de estos movimientos sediciosos, determinó enviar a Amosis a donde estaban los malcontentos para que, aplacándolos con buenas palabras y razones, les hiciera desistir de la sublevación. Llegado Amosis al campo de los soldados rebeldes, al   tiempo que les estaba amonestando que desistieran de lo empezado, uno de ellos, acercándosele por las espaldas, coloca un casco sobre su cabeza, diciendo al mismo tiempo que con él le corona y le proclama por rey de Egipto. No sentó mal a Amosis, al parecer, según se vio por el resultado, aquel casco que le sirvió de corona, pues apenas nombrado rey de Egipto por los sublevados, se preparó luego para marchar contra Apries. Informado el rey de lo sucedido, envió a uno de los egipcios que a su lado tenía, por nombre Patabermis, hombre de gran autoridad y reputación, con orden expresa de que le trajera vivo a Amosis. Llegó el enviado a vista del rebelde, y declaróle el mandato que traía; pero Amasis hizo de él tal desprecio que, hallándose entonces a caballo, levantó un poco el muslo y le saludó grosera e indecorosamente, diciéndole al mismo tiempo que tal era el acatamiento que hacía a Apries, a quien debía referirlo. Instando, no obstante, Patabermis para que fuese a verse con el soberano, que le llamaba, respondióle que iría, y que en efecto hacía tiempo que disponía su viaje, y que a buen seguro no tendría por qué quejarse Apries, a quien pensaba visitar en persona y con mucha gente de comitiva. Penetró bien Patabermis el sentido de la respuesta, y viendo al mismo tiempo los preparativos de Amasis para la guerra132, regresó con diligencia, queriendo informar cuanto antes al rey de lo que sucedía. Apenas Apries le ve volver a su presencia sin traer consigo a Amasis montando en cólera y ciego de furor, sin darle lugar a hablar palabra y sin hablar ninguna, manda al instante que se le mutile, cortándole allí mismo orejas y narices. Al ver los demás egipcios que todavía reconocían por rey a Apries la viva carnicería tan atroz y horriblemente hecha en un personaje del más alto carácter y de la mayor autoridad en el reino, pasaron sin aguardar más partido de los otros y se entregaron al gobierno y obediencia de Amasis.  

CLXIII. Con la noticia de esta nueva sublevación, Apries, que tenía alrededor de su persona hasta 30.000 soldados mercenarios, parte Carios y parte Jonios, manda tomar las armas a sus cuerpos de guardias, y al frente de ellos marcha contra los egipcios, saliendo de la ciudad de Sais, donde tenía su palacio, dignísimo de verse por su magnificencia. Al tiempo que los guardias de Apries iban contra los egipcios, las tropas de Amasis marchaban contra los guardias extranjeros; y ambos ejércitos, resueltos a probar de cerca su coraza, hicieron alto en la ciudad de Momemfis133; en este lugar nos parece prevenir que la nación egipcia está distribuida en siete clases de personas; la de los sacerdotes, la de guerreros, la de boyeros, la de porqueros, la de mercaderes, la de intérpretes, y la de marineros.  

[…] 

… pero volvamos al hilo de la narración.   

CLXIX. Después que se encontraron en Momenfis, Apries al frente de los soldados mercenarios, y Amasis al de los guerreros egipcios, dióse allí la batalla en la cual, a pesar de los esfuerzos de valor que hizo la tropa extranjera, su número mucho menor fue superado y oprimido por la multitud de sus enemigos. Vivía Apries según dicen, completa- mente persuadido de que ningún hombre y nadie, aun de los mismos dioses, era bastante a derribarle de su trono137; tan afianzado y seguro se miraba en el imperio; pero el engañado príncipe vencido allí y hecho prisionero, fue conducido luego a Sais, al palacio antes suyo, y entonces ya del rey Amasis. El vencedor trató por algún tiempo al rey prisionero con tanta humanidad, que le suministraba los alimentos en palacio con toda magnificencia; pero viendo que los Egipcios murmuraban por ello, diciendo que no era justo mantener al mayor enemigo, así de ellos como del mismo Amasis, consintió este, por fin, en entregar la persona del depuesto soberano a merced de los vasallos, quiénes le estrangularon y enterraron su cuerpo en la sepultura de sus antepasados, que se ve aun en el templo de Minerva, al entrar a mano izquierda, muy cerca de la misma nave del santuario. Dentro del mismo templo los vecinos de Sais dieron sepultura a todos los reyes que fueron naturales de su distrito; y allí mismo en el atrio del templo está el monumento de Amasis, algo más apartado de la nave que el de Apries y de sus progenitores, y que consiste en un vasto aposento de mármol, adornado de columnas a modo de troncos de palmas, con otros suntuosos primores: en ella hay dos grandes armarios con sus puertas, dentro de los cuales se encierra la urna.

 

 

 

 

 

 

 

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