(Una colaboración de Josué Ferrer)
Si relacionamos la idea de la ley moral que habita en nosotros con su cumplimiento o incumplimiento, entonces la necesidad de un Juez superior que premie o castigue dicho cumplimiento o incumplimiento se hace absolutamente necesaria.
Y es que, si la vida acaba con nuestra estancia aquí en la Tierra, entonces el malvado tiene ventaja sobre el justo.
Todos somos testigos de las numerosas injusticias que se cometen en el mundo. El estafador, el criminal, el zángano, el canalla o el corrupto no pueden recibir el mismo trato de la personas de conciencia recta. No basta con el desprecio que estas acciones puedan generar en la sociedad, pues sabemos que demasiado a menudo la maldad suele quedar impune.
Sólo un Dios-Juez puede hacer justicia completa. No sólo con aquellas acciones deleznables conocidas por el público, también por aquellas que permanecen ocultas y aun por los pensamientos y deseos más íntimos, tantas veces impuros.
Pero se ha creado una imagen de Dios como una especie de Papá Noel cósmico que perdonará al 99% de la población, no importa lo descarriada que sea su vida. Pero lo cierto es que no hay ni uno solo de nosotros libre de pecado (Romanos 3:23) y que sólo una pequeña minoría entrará en el cielo (Mateo 7:13-14; Mateo 22:14; Hebreos 12:14). La gran mayoría de la gente -incluso aquella que se cree buena- arderá en el fuego del infierno. Todos somos responsables de nuestros actos.
Si Yahvé es tan bueno ¿por qué manda a la gente al infierno? ...
Pues precisamente porque es bueno y no puede tolerar el mal.
Ninguno de nosotros consideraría bueno a un juez que no castiga a un político que ha robado dinero público o a un violador que ha abusado de una mujer. Sería un juez injusto, prevaricador.
Tampoco podemos considerar bueno a un Dios-Juez que dejara impunes semejantes crímenes.
¿Entonces Jehová es bueno pero no misericordioso?
Sí lo es, ya que si realmente nos arrepentimos de nuestros pecados hace borrón y cuenta nueva.
Resumen:
¿Es Dios justo?
Sí, porque hace justicia.
¿Es bueno?
Sí, porque castiga el mal.
¿Es misericordioso?
Sí, porque perdona al que se arrepiente de corazón.
Josué Ferrer es el autor del libro "Porqué dejé de ser ateo" [Disponible en Amazón].
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