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En el antepenúltimo post sobre los diluvios terminaba preguntando: ¿No merece la pena hacer algunas reflexiones sobre posibles paralelismos entre nuestra época “tan propensa” a megatormentas y aquellos tiempos del “pasado remoto” cuando se originaron tantas leyendas sobre grandes diluvios?
Debiera haber tratado esa cuestión en el post anterior, pero dado que me alargué con la reflexión sobre cómo leemos y cómo deberíamos leer los relatos registrados hace milenios, será en este post donde trate sobre dicho paralelismo.
Nadie se sorprende si afirmo que últimamente los desastres meteorológicos están a la orden del día. Suelo ver el programa “Aquí la tierra”, y en concreto el apartado “La vuelta al mundo en 1 minuto”, donde muestran prácticamente todos los días escenas de este tipo de desastres, aunque también otras calamidades, como incendios, terremotos o erupciones volcánicas. Yo mismo me he preguntado si es algo característico de nuestros días, o siempre ha sido igual; sólo que actualmente los adelantos técnicos en la transmisión de noticias nos permiten estar al corriente de todo lo que pasa por el mundo. Pero no: parece que ciertamente nosotros vivimos tiempos más revueltos en lo que respecta a los desastres climáticos.
Según la web de la CMNUCC (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), en los últimos 50 años el número de desastres meteorológicos, climáticos o hidrológicos se ha multiplicado por 5. También la web del tiempo.es informa en el mismo sentido: “…se sabe que el cambio climático y los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos han causado un aumento de los desastres naturales en los últimos 50 años. [...] Pero lo peor podría estar por llegar ya que el número de extremos meteorológicos está aumentando y se volverá más frecuente y grave en muchas partes del mundo como resultado del cambio climático.”
Así, pues, no sólo estamos hoy día más al corriente de los desastres que suceden por el mundo, sino que también “tenemos el detestable privilegio” de vivir en una época que destaca por la abundancia e incremento progresivo de los desastres climáticos.
“No tenemos la menor duda que estas lluvias torrenciales, masivas y explosivas se han intensificado por el cambio climático”. Se refiere a lluvias como las caídas hace pocos meses en el levante español. Y es la opinión vertida a la BBC por Friederike Otto, director de un grupo de investigadores sobre la influencia del calentamiento global en este tipo de desastres.
Pero en el fondo, decir que el incremento de lluvias torrenciales son consecuencias del cambio climático no es más que una perogrullada. "Cambio climático" es el apelativo que utilizamos para nombrar el hecho de que cada vez hay mas lluvias torrenciales y otros fenómenos climáticos también en fuerte incremento, tanto de intensidad como de frecuencia. Es tanto como decir: "Las ganas de comer son consecuencias del hambre".
La cuestión está en conocer porqué tenemos este cambio climático: “El principal motor del cambio climático es el efecto invernadero. Algunos gases de la atmósfera terrestre actúan de forma parecida al cristal de un invernadero: retienen el calor del sol e impiden que escape al espacio, provocando así el calentamiento global” (De la web de la comisión de la Unión Europea para el cambio climático).
El efecto invernadero no es malo. De hecho, gracias al efecto invernadero que provocan gases como el dióxido de carbono (CO2), el metano, óxido nitroso y otros gases fluorados, la atmósfera mantiene una temperatura compatible con la vida tal como la conocemos (si no existiera este fenómeno, la temperatura media global sería de unos -18ºC). Pero dada una situación de equilibrio deseable como la que se tenía hace ya bastantes décadas, el incremento de los gases que provocan el efecto invernadero origina una mayor retención del calor en la atmósfera. Y cuando esta retención comienza a crecer, ya sí comienza a ser preocupante.
Y es que, este incremento de calor en la atmósfera afecta a los ríos atmosféricos que hemos comentado en los posts anteriores: Provoca en la atmósfera mayor retención de vapor y, por tanto, mayores caudales en los ríos atmosféricos, tanto para desplazarlos entre diferentes regiones, como para aumentar la intensidad de las precipitaciones y la gravedad de las inundaciones.
De todos los gases antes mencionados que incrementan el efecto invernadero, el CO2 es el de mayor influencia por mantenerse en la atmósfera durante siglos (el metano es el que más retiene el calor, pero desaparece relativamente pronto, en menos de 20 años). Lamentablemente, la emisión de CO2 es desde el comienzo de la industrialización la involuntaria consecuencia del progreso de las sociedades industrializadas. También las emisiones de metano y óxido nitroso son consecuencia del desarrollo, puesto que para alimentar a la creciente población son necesarias muchas granjas de animales, en las cuales, además de CO2 se emite metano y óxido nitroso. Pero la palma se la lleva el CO2, que representa alrededor del 80% del volumen total de emisiones de gases que incrementan el efecto invernadero.
Resumiendo, y en pocas palabras: Las cada vez mayores emisiones de CO2 son las que fundamentalmente está detrás de los crecientes desastres climáticos.
Para establecer el paralelismo entre nuestra época “tan propensa” a megatormentas y aquellos tiempos del “pasado remoto” cuando se originaron tantas leyendas sobre grandes diluvios, será preciso ahora averiguar cómo se comportaba el clima en los tiempos de Noé. Ya sabemos lo que pasa hoy día: El fuerte incremento de emisiones CO2 robustece el efecto invernadero, con el consiguiente incremento de las temperaturas y las megatormentas asociadas a este incremento. En cambio, en tiempos de Noé, ¿qué es lo que pasó con el clima?, ¿Cuál fue la causa subyacente?
Para informarnos de lo que pasaba con la climatología en tiempos de Noé no disponemos de periódicos, páginas web o informativos televisivos para contarnos qué desgracias ocurrían por el planeta. Ni siquiera disponemos de fuentes históricas “reconocidas” por todos que nos informen del comportamiento de la atmósfera por aquellos tiempos. Y es que ni siquiera sabemos con seguridad cuales eran aquellos tiempos: ¿Cuándo vivió Noé y aconteció el diluvio?
Ninguna certeza tenemos de cuando vivió Noé. Sí tenemos una idea bastante acertada de cuando se escribió sobre su vida y sobre el diluvio, pero los sucesos que se relatan acontecieron mucho antes de la redactó Génesis. Así que para estimar cuando vivió Noé me serviré de 2 técnicas: El razonamiento hipotético deductivo, y el encaje de "aristas". Pero dado que continuar con esta indagación alargará demasiado este post, lo dejaré para el siguiente.
(El 07/01/2025 todos los enlaces incluidos en este post estaban activos.)
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