Gritos bíblicos

Gritos bíblicos

“¡Quién me diera saber dónde hallar a Dios!” (Job 23:3)

^{(Una colaboración de Miguel Sanz)}

Entre todos los libros que componen el Libro, la Biblia, hay uno considerado, por muchos como el más antiguo, en cuyas páginas encontramos el grito permanente de Job: “¡Quién me diera saber dónde hallar a Dios!” (Job 23:3). Al expresar este anhelo ancestral, Job estaba a un paso del suicidio. Sin embargo encontró un soplo de esperanza en la mera posibilidad de llegar a saber dónde encontrar a Dios.

Algunos, empeñados en negar la existencia de Dios tienen que enfrentarse con ese grito que brota de ellos mismos, y superarlo chillando aún más fuerte: ¡Dios no existe!

Un ejemplo: la famosa propaganda de los autobuses ateos que, a pesar del dinero tirado y del tiempo transcurrido, no parece haber dado el resultado que esperaban sus promotores. La gente, después de haber considerado la posibilidad de la inexistencia de Dios, no parece disfrutar de la vida más que antes; ni mucho menos. Más bien, lo contrario. Sabemos que en España, como en cualquier país civilizado, no menos de nueve personas se suicidan cada día. Hoy también, y mañana… Y me parece que no será porque la idea de que Dios existe les esté amargando la vida.

Esta gota quisiera decirles alto y claro a las nueve personas que mañana van a quitarse del medio que hay un sitio donde hallar a Dios. Ese lugar no es ni lo alto de una montaña ni lo profundo de una sima: ese sitio es la Biblia.

La Biblia nos dice que podemos encontrarnos con Dios, pues Él nos ha hablado, por medio de los antiguos profetas y, singularmente, por medio de Jesús de Nazaret (Hebreos 1:1-2).

Parecerá increíble, pero… ¿Y si hubiera una posibilidad? De ser cierto, merecería la pena darse un paseo por sus páginas. Tal vez en la siguiente línea Dios te salga al encuentro y… Y si esto sucede…, cuando esto suceda, el grito será sin duda muy distinto. Como Job podremos decir “De oídas te había oído; pero ahora mis ojos te ven” (Job 42:5).

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