Señales de sobra

En mi barrio han puesto una rotonda, por cierto bastante incómoda, pero eso sí, con sus tres señales bien visibles. ¿No bastaría con una?

A los pocos días contemplo asombrado cómo el autobús urbano se toma la libertad de hacer caso omiso y se ahorra la incómoda maniobra, en vez de girar, sigue recto.

¿Será por ese tipo de acciones que han colocado otras tres señales un poco más altas y bien pegaditas a las tres primeras? Total seis señales, seis, indican que un jardincillo de cuatro metros de diámetro es una rotonda.

Creerán ustedes que ahora el urbano obedece las indicaciones clarísimas.

Pues se equivocan.

Entre divertido y atónito contemplo por segunda vez cómo el autobús conducido peligrosamente, en dirección contraria, desprecia las seis señales.

En el evangelio de Juan quedaron registradas varias señales, a pesar de que con la primera fue suficiente para algunos “…y sus discípulos creyeron en él” (Juan 2:11).

Con un propósito bien definido el apóstol Juan describe cuidadosamente no menos de otras siete señales a lo largo de su narración,  y aun una octava y definitiva, la resurrección de Jesús: “…y vio y creyó” (Juan 20:8).

La intención explícita del evangelista es conducir a sus lectores a la Fe (Juan 20:30-31).

Me pregunto si un evangelio como el de Juan, sembrado de señales, consigue su objetivo de llevar a sus lectores a la fe. Efectivamente, millones de personas hoy estamos atendiendo las indicaciones de la Biblia y hemos llegado a creer que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y creyendo, sabemos que tenemos vida en su nombre.

Sin embargo, como en el caso de los conductores de autobuses municipales, veo que muchos se niegan a obedecer las señales. Todo conductor temerario, de persistir en su obstinación, tarde o temprano es sancionado. De la misma manera, me temo,  muchos lamentarán no haber atendido ni a las señales del evangelio de Juan, ni a los cientos de evidencias que la Biblia ofrece a sus lectores